Poem by Nydia Lamarque, 1906-1982, Argentina. English translation by Liz Henry.
Invocación
(A la sombra de Safo)
Ahora hermana lejanísima, ven a mí, háblame con tu boca de siglos.
Ven ahora hermana, que es de noche y vive el silencio.
Nadie a mi lado, nadie oirá nuestro coloquio.
Sólo estará junto a mí el buho fiel del recuerdo.
Mira, las estrellas se dejan caer en el lecho obscuro de la noche,
y para nosotros va a dar marcha atrás el Tiempo.
Me dejarás que llegue hasta tus brazos acogedores;
me dejarás que acerque mi cuerpo tibio a tu marmóreo cuerpo,
y que apoye también la frente calenturienta
para mejor escucharte, sobre tu seno.
Todo me lo dirás entonces al oído, muy bajo,
aunque nadie más que yo habrá de escuchar la voz de tu duelo.
Y me dirás el dolor de la pasión que te ensombreció los instantes,
y la angustia del desamor, flagelante como látigo recio,
y me dirás del hombre aquel en quien concentraste la vida,
por el que tu frente se sumergió en el misterio.
Me dirás si eran sus dos pupilas de ámbar anochecido,
me dirás si era su boca, en la caricia, sabia hasta el tormento;
y si podía en su frente albergarse un pueblo de ideas,
y si toda la sombra nocturna dormía entre su cabello . . .
Y me dirás también qué emoción te agitó la noche aquella,
sobre el desolado promontorio griego,
y si en el momento de la muerte más que nunca lo ansiaste,
y si más que nunca te castigó implacable el recuerdo,
y si más que nunca te agobió la desesperación impotente,
entonces, entre el cielo y el mar, sola en el instante supremo . . .
Y si la salsedumbre de tus lágrimas,
venció en amargor a la balsámica salsedumbre marina,
y si en espíritu lo besaste aun con un beso resumen de besos . . .
Todo me lo dirías ¡oh hermana! aquí en la noche,
muy bajo, mientras nos envuelve el silencio,
ahora, que estoy ya entre tus brazos acogedores;
ahora que está ya mi cuerpo tibio junto a tu marmóreo cuerpo,
ahora que apoyo la frente calenturienta sobre tu seno,
frío como las helénicas ondas que te dieron el reposo eterno.
Invocation
(To the ghost of Sappho)
Come to me, now far distant sister, speak to me with your voice of centuries.
Come now, sister, made of night, alive in silence.
No one at my side, no one will hear our talk.
Only memory, that faithful owl, will be with me.
Look, the stars let their bodies fall into the hidden nest of night,
and for us alone, Time will turn, running backward.
You’ll let me come into your welcoming arms,
you’ll let me press my warm flesh to your marble body,
so I can rest, too, my fevered brow
to hear you better on your breast.
You’ll tell me everything aloud, very low,
though I hear nothing more than the voice of your lament.
And you’ll tell me the pain of passion that darkened every second,
and the anguish of being unloved, like the sting of a brutal whip,
and you’ll tell me how you focused your life on that man,
the one for whom you drowned your brow in mystery.
You’ll tell me if it was his two eyes of dusky amber,
you’ll tell me if it was his mouth which you kissed till torment,
and if it was true that his mind harbored a city of ideas,
and if all nocturnal shadow slept in his hair . . .
And you’ll tell me also what emotion that shook you, that night,
atop the desolate Greek cliffs,
and if in that moment of death, more than ever, you longed and desired,
and if, more than ever, you were punished by implacable memory,
and if, more than ever, impotent desperation oppressed you,
then, between heaven and sea, alone in that supreme instant . . .
And if the acid salt of your tears
defeated in bitterness the vinegar salt of the sea,
and if in spirit you kissed him with one kiss that summed up all kisses . . .
You’ll tell me everything–oh sister!–here in the night,
very low, while silence wraps us round,
now, while I am yet in your welcoming arms;
now, while my warm flesh is pressed to your marble body,
now while I rest my fevered head between your breasts,
cold as the hellenic waves that gave you eternal rest.