Poem by Adela Sagastume de Acuña, 18XX-1926, Guatemala. English translation by Liz Henry.
Los siglos
Las obras del Eterno eternas fueron
no perdieron jamás su colorido;
las obras de los hombres se extinguieron
bajo el polvo inmutable del olvido.
Al abismo insondable del pasado
se ven rodar naciones colosales,
con su inmenso cortejo aparatado
de sabios, de monarcas y deidades.
Allá van empujados por la muerte
los lacayos, guerreros y señores;
unos, en el harapo de su suerte
los otros, con su pompa y sus honores.
Pasa Egipto, país de los misterios,
y la gran Babilonia va arrogante;
pasa Roma, reinando en los imperios;
con su ciencia y sus artes va triunfante.
Pasan Tiro y Sidón, Gomorra, Atenas . . .
Sodoma se hunde ahogada en su pecado;
Ytálica y Persépolis que apenas
vestigios dejan de su gran pasado.
Convertidos en polvo son los templos,
destruidas, entre ruinas, las ciudades;
sólo quedan del sabio los ejemplos
en la gran tradición de las edades.
Sólo el tiempo camina indiferente
sin detener su paso ni un segundo,
arrastrando su carro, ufanamente,
ante la inmensa convulsión del mundo.
Su asombroso equipaje es de grandezas,
de miserias, soberbia y poderíos,
lleva negras memorias y bellezas,
males y bienes y potentes bríos.
Y el mundo en su vaivén vertiginoso,
envuelto en sus victorias y peligros,
sus anales nos lega, ¡tan curiosos!
Mientras él se corona majestuoso
con la eterna diadema de los siglos.
The Ages
The works of Eternity endure for all time
without losing their color;
the works of men are extinguished
by forgetting’s immutable dust.
Enormous nations have rolled
into the abyss of the past unfathomed
with their immense train of chattering
monarchs, wise men, deities.
There they go, jostling, dead;
lackeys, warriors, and great lords;
some in the rags of misfortune,
others with their pomp and honors.
Egypt passes, country of mysteries,
and the great Babylon, arrogant;
Rome passes, noblest of empires,
triumphant in arts and science.
Tyre passes, and Sidon, Gomorrah, Athens . . .
Sodom sinks, drowning in sin;
Italica and Persopolis scarcely
leave a trace of their great past.
Converted to dust are the temples,
destroyed, in ruins, the cities;
they remain only as examples of wisdom
in the great tradition of the ages.
Only Time walks indifferent
without staying his step for a second
pulling his chariot proudly
above the world’s immense convulsion.
His awe-inspiring crew is made up of wealth,
poverty, pride, and power;
they bear dark memories and beautiful ones,
evils and goodness and powerful charm.
And in its swaying vertigo, wrapped
in its victories and dangers, the world
leaves us its histories: how strange!
While Time crowns himself majestically
with the eternal diadem of the centuries.